Seguimos aún en Betania y pasamos del gesto de María, quien derramó en los pies del Señor su misma vida expresada en el valiosísimo perfume de nardo, a la mezquindad y cobardía de la traición.

Meditación

I

También allí están los discípulos del Maestro Y uno de ellos, Judas, habló desde la mezquindad de su corazón: “¿por qué no han vendido ese perfume en trescientas monedas para repartirlas a los pobres? Lo decía no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón y como llevaba la bolsa robaba de lo que ponían en ella”. (Cfr. Jn. 12,5-6).

Hoy Martes Santo es el martes de la traición… después del lavatorio de los pies, Juan nos dice que Jesús profundamente conmovido declaró: “Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar”. (Jn. 13,21). “El Evangelio de Juan habla tres veces de la turbación o conmoción de Jesús: junto al sepulcro de Lázaro, después de las palabras del grano de trigo que muere y finalmente cuando anuncia la traición. Son momentos en los que Jesús se encuentra con la majestad de la muerte y es tocado por el poder de las tinieblas, un poder que Él tiene la misión de combatir y vencer” (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret).

Junto a la traición de Judas, el Evangelio trae la negación de Pedro. Son los dos hechos que más hacen sufrir a Jesús. Pedro dice que está dispuesto a dar la vida por Jesús Él lo llama a la realidad: “En verdad te digo Pedro que esta misma noche no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces.” (Mt 26,34)

II

Leer este Evangelio es como mirarnos al espejo y encontrar que nos devuelve la imagen de nuestras propias traiciones y negaciones. ¡Cuántas !!personales y sociales ¡Cuántas!!

Sin embargo, “Las aguas torrenciales no podrían apagar el amor, ni anegarlo los ríos” (Cant.8, 7) Más allá de mis traiciones, más allá de mis negaciones e indiferencias, el Amor del Señor no se retractará jamás. ¿Cómo dejar de conmoverse por la altura, profundidad e infinitud del Amor de Jesús en la Cruz?

Pedro llora amargamente, traicionó al Maestro. “Su llanto”, dice el Papa Francisco, “lo llevará a un amor nuevo y mucho más real, es un llanto que purifica y renueva. A diferencia de Judas que no aceptó haberse equivocado y pobre, se desesperó al punto de quitarse la vida. Entender el pecado es un don de Dios. Nosotros solos no podemos entenderlo es una gracia que debemos pedir.    Si tenemos certeza que Dios no nos trata según nuestros pecados, ni nos paga conforme a nuestras culpas (Sal.103, 10) vivimos en la misericordia y en la compasión y aparece en nosotros el amor”. (Catequesis del Papa francisco 12 de febrero).

Las lágrimas de arrepentimiento de Pedro me trasladan a otras, a las lágrimas de amor que derramó María, la Madre del Señor. Que ellas   conmuevan nuestro corazón para abrazar la Cruz, y así desde nuestra pequeñez responder al Amor sin medida de su Hijo Jesús.

III

Cuando lloras, ¿por qué lloras? ¿Has llorado alguna vez por tus pecados?