Dios está vivo en la Eucaristía y te espera

Llegados a esta altura del año nos encontramos con la fidelidad y el amor de Dios que permanece en la Hostia consagrada. Esto…¿es posible? ¿Dios puede esconderse en ese pedacito de Pan?…¡Somos gente de siglo XXI!

La duda tocó la razón y el corazón de muchos y hasta provocó la incredulidad de sacerdotes y cristianos… Sin embargo, a pesar de ella, se obraron y siguen obrando cientos de milagros eucarísticos… Es que no podemos limitar el poder de Dios. Aunque no haya fe, Dios sigue viniendo a la Eucaristía que se celebra y sigue renovando su sacrificio de Amor redentor. Es un Dios empecinado en amarnos.

¡Basta que creas! Y el resto te lo da el Señor. No temas ser engañado…

Dios quiere estar cerca, alimentar tu alma, alentarte, ser tu amigo, relacionarse contigo… se hace pequeño para que no le tengas miedo. ¡Acércate! ¡No temas!

Arrodíllate… y quédate en su Presencia…

¡Todo un Dios se abaja para elevar tu vida y para mostrarte la grandeza de tu existencia!

Medita las palabras del Papa sobre la Eucaristía…

«Es la gracia de la Pascua que fructifica en la Eucaristía y que hace fecunda nuestra vida» (Papa Francisco)

“La hostia consagrada contiene la persona de Cristo: estamos llamados a buscarla delante al Sagrario en la iglesia, pero también en aquel sagrario que son los últimos, los que sufren, las personas solas y pobres”  (Papa Francisco)

Y finalmente, cuando te dejes encontrar en lo profundo de tu ser con el Señor, podrás ser una persona eucarística y tener ojos nuevos para mirar lo que te rodea y saber qué camino andar.

La realidad que vivimos necesita que tengas una mirada nueva.

Magdalena de Canossa pudo caminar la Caridad y la cercanía hacia los que más necesitaban de pan y de amor (los pobres de su ciudad, pero también los de su propia casa…) porque su punto de partida era la Eucaristía.

La amistad con el Señor que vive entre nosotros, escondido en el Sagrario, escondido en los hermanos, nos da ánimo y creatividad para no dejarnos robar el amor, ni el servicio ni el perdón.

¡Déjalo entrar…abre el corazón!

¡Bendito y adorado seas, Señor!

¡El Sagrario que Dios quiere habitar es tu corazón!