“Tomen, esto es mi Cuerpo… mi Sangre…”

En su cuerpo, en su sangre Jesús nos cuenta y nos da toda su historia: pesebre, exilio, trabajo diario, familia y amigos, el lago y los caminos- lugares de encuentros- rostros amados y amantes, necesitados, olvidados, la cruz, el sepulcro vacío y la vida, toda la vida que floreció a su paso, cómo amó y lloro, cómo se alegró, qué lo unió a los demás: palabras, miradas, gestos, escucha, corazón.
Toma este cuerpo… esta sangre; significa: haz tuya mi forma de ser en el mundo, mi manera de cuidar y acompañar, de sostener y de servir…de ser fiel a la vida, al amor, hasta el extremo Cada vez que tomo este cuerpo, esta sangre, mi pequeña vida se transforma, Dios que me busca, llega, entra y
encuentra un hogar, me hace cuerpo y sangre para donarlo y el cielo se abre, el mundo se abre porque el Amor en eterna procesión hacia el hombre encuentra cauce para llegar al cuerpo y a la sangre de los que ama, de los hermanos.

Existieron hombres y mujeres, de diferentes edades y culturas, que se dejaron involucrar y transformar por Jesús Eucaristía, hicieron suya la manera de ser de Jesús, realizaron con Él la procesión de vida, de fraternidad, de reconciliación y alegría transformando el mundo aún en las dificultades… nosotros los llamamos santos, porque la Santidad de Dios los habitó, los inspiró, los movió a más… los cristificó, alimentándolos de Eucaristía.
A continuación te presentamos a tres que han puesto en el centro de su día a día la Presencia Eucarística de Jesús.

 

Beato Carlo Acutis (3/5/1991-12/10/2006)
El ciber apóstol de la Eucaristía: fue un adolescente de este tiempo como muchos otros, comprometido en el colegio, con los amigos. Amaba la Eucaristía, a la Virgen y el Rosario. Fue catequista y se las ingenió para llevar las verdades de la fe a los demás niños. Fue el autor de una muestra sobre milagros eucarísticos que promovía a través de Internet.

Desde pequeño -lo testimonia su familia- sintió la necesidad de la fe y tenía su mirada dirigida hacia Jesús Eucaristía. El amor a la Eucaristía nutría su relación con Dios. A menudo decía: “La Eucaristía es mi autopista para ir al cielo”.

Carlo hacía el esfuerzo de amar a todos los que estaban a su alrededor. Sus primeros ahorros fueron para una persona sin techo a quien veía de camino a la Iglesia. Le compró una bolsa de dormir. Y también ayudó a muchas personas sin hogar, fue amigo de los pobres y compañía para los que se sentían marginados. Murió a los 15 años por una enfermedad repentina y fulminante. El día de su funeral la Iglesia se llenó de pobres.

Carlo escribió: «Lo que verdaderamente nos hará hermosos a los ojos de Dios será sólo la forma en que lo hemos amado y cómo hemos amado a nuestros hermanos».

 

Beata Chiara “Luce” Badano (29/10/1971-7/10/1990)
A temprana edad se encontró con el amor de Dios y decidió abrazarse a él con mucha pasión y anunciar ese gran amor a los demás, con gestos y palabras de aliento, de consuelo y también donando su tiempo en actividades solidarias.

En su diario escribió con decisión: “Por ti Jesús, si Tú lo quieres, yo también lo quiero” Se la recuerda como una joven alegre, extrovertida y generosa. Le gustaba la música, algunos testimonios afirman que Chiara tenía una voz hermosa, le gustaba cantar y bailar.

Animaba a todos a hacer a amar a Jesús y a agradar a la Santísima Virgen. En el rostro y en los gestos de Chiara, muchos descubrieron una luz particular; así lo afirmaron un médico que la atendió, una abuelita que ella visitaba y cuidaba, la fundadora del movimiento de los focolares Chiara Lubich quien le dio el apodo de “Luce (Luz)”.

El Cardenal Giovanni Saldarini se enteró de la enfermedad de Chiara y la visitó en el hospital. Le preguntó, «La luz en tus ojos es espléndida. ¿De dónde proviene?» Chiara respondió, «Yo sólo trato de amar a Jesús con todas mis fuerzas».

Una enfermedad repentina amagó con apagar su «Luce» (su luz), pero no hizo más que encenderla con intensidad.

Porque el tiempo que duró la enfermedad hasta su muerte, alumbró a todos con su testimonio de fortaleza, aceptación e invencible esperanza, alimentada por la Comunión Eucarística.

 

Magdalena de Canossa (01/03/1774 al 10/04/1835)
Una mujer de fe, encendida en el amor a la Eucaristía, donde contemplaba al Crucificado vivo, ofreciéndose por ella y por cada ser humano en cada Misa, invitándola a amar a todos, en especial a los más pequeños y pobres.

Escribía a sus hijas espirituales: “se trata de animar todas nuestras acciones y obras con el Espíritu de Jesucristo:
espíritu de caridad, de dulzura, de mansedumbre, de humildad, espíritu de celo y de fortaleza, espíritu amabilísimo, pacientísimo, generosísimo…”

Y también: “Jesucristo me hizo comprender…que quería que, de ahora en más, no moviese ni siquiera un pie, sino es por amor.”

Estas intuiciones venían a su corazón especialmente en el contacto con el Santisimo Sacramento. Y esa caridad de Dios era para ella un fuego inextinguible y abrasador. Cuando Dios «incendia» un alma, ninguna intervención humana puede extinguir ese fuego, y Magdalena vive esta realidad en carne propia.

Estos santos, amigos de Dios, nos animen a postrarnos en la Presencia del Dios Viviente, a buscar saciar la sed de infinito en la Fuente del Amor que es la Eucaristía. Y a animarnos a estar más tiempo delante de Él, sin excusas, sin apuros… dejando que nos invada su Memoria y su Voz: «¡Tomen y coman! ¡Tomen y beban! ¡El Padre y Yo haremos Morada en ti!»