Hacia el Encuentro Mundial de Familias…

dejándonos iluminar por la experiencia de  Santa Magdalena

 

Es cierto que para Magdalena  no fue fácil dar lo mejor de sì en  familia, muchas veces se encontró angustiada, perdida, también por su débil salud y siempre la solución a sus angustias la encontró en  Jesús Eucaristía,  en  Cristo Crucificado, en  el amor del Padre.

Magdalena aprendió  a expresarse de modo delicado y atento para no crear desequilibrios que lleven a tensiones internas en la familia o a incomprensiones por empeños que reducen la propia disponibilidad.

Aprendió que los mismos gestos vividos como impuestos, por el solo deber, como una obligación moral; hechos con rabia y repetitividad pierden significado. 

Magdalena se dejó ayudar y respondió con generosidad a las repetidas invitaciones que el padre Líbera le hacía  a vivir en plenitud su vocación  en su familia: allí donde el Señor la llamó. 

 “Veo, hija mía, el peso que le cae encima, pero ese Dios que lo impone nos dará también la ayuda para llevarlo…atienda al muy afligido tío y dele el consuelo que merece toda compasión. Muéstrese atenta al bienestar del chiquito, cuídelo con toda atención y Dios la consolará con la ubicación de sus hermanas en el tiempo oportuno…ánimo hija mía! ..nuestro corazón sea todo de Dios y si de vez en cuando, hay que pensar en otras cosas no por esto nos alejemos de Él..”

Unos años más tarde, ella escribirá a su amiga Carolina Durini  , “por mi parte no me moveré por un tiempo de Verona especialmente porque mi cuñada está cercana al parto y no me sería posible por el bien de mi  familia  dejarla en este momento (Ep. I, p. 240. 23 de octubre de 1804)

Magdalena se vuelve presencia atenta que acoge las necesidades, tal vez no manifestadas de las personas cercanas, ofrece respuestas que anticipan el descanso del otro…Ella nos enseña  el amor gratuito, a valorar a las personas a nuestro lado, buscar en ellas lo bello, lo positivo, aquello que nos une. 

En nuestras familias hay personas maravillosas,  con potenciales enormes,  con talentos para fructificar,  con un corazón grande preparado para amar.

 Heridas, incompletas, a veces egoístas… como nosotros… en camino… 

Magdalena aprendió a vivir  atenta a cada persona, su historia, su ritmo… para que al encontrarse, en el encuentro  se sintiera  amada, entendida, considerada… 

Pidamos estas gracias para nuestras familias y las  más necesitadas de vivir la alegría del Amor en familia.