Domingo de Ramos

Hace poco más de 2000 años Jesús era recibido en Jerusalén por una multitud que lo aclamaba como Rey. Año a año nosotros seguimos repitiendo este gesto junto a nuestras comunidades, aclamando a Jesús como el Rey de nuestras vidas en el Domingo de Ramos. Este año, esta Celebración,  tendrá un color especial: lo aclamaremos como Rey en nuestras pequeñas iglesias domésticas, pero seguramente con más fervor, con más deseo de que verdaderamente sea Él quien reine en nuestros corazones.

En esta cuarentena que vivimos se ha despertado en nosotros el deseo de lo esencial. Hemos sido obligados a privarnos de salidas, gastos (a veces innecesarios), paseos, etc., ocasiones que el Señor ha aprovechado para tocar la puerta y entrar a “nuestra Jerusalén”. Estamos obligados a cumplir un aislamiento social, preventivo, pero la Iglesia no ha sido aislada: hemos descubierto que la Iglesia está en nuestra casa, es nuestro hermano más cercano, en nuestros sacerdotes que utilizan los medios y su creatividad para mantener viva nuestra fe, en sus celebraciones eucarísticas “privadas” (que nos garantizan que todos los días el Santo Sacrificio se realiza y, en el que, está toda la Iglesia presente), en los grupos virtuales de oración, y lo más importante aún: hemos redescubierto a Jesús a nuestro lado, en cada hora de nuestro día.

Que nuestro deseo de recibir a Jesús se acreciente día a día, pidámosle la gracia de saber vivir este aislamiento como medio de santificación personal y comunitaria, que redescubramos el sentido de nuestra vocación, CON LA CERTEZA DE QUE EL SEÑOR VIENE TODOS LOS DÍAS A NUESTRA VIDA:

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!