Un mes para mirarla a Ella…

Es imposible llegar a noviembre – para mí, el mes más hermoso del año – y no asociarlo con María; es el mes para mirarla a Ella, tratar de estar más atenta a lo que puede estar esperando de mí. No siempre lo logro, confieso, pero siempre trato.

Y es que María viene formando parte de mi vida desde siempre – casi diría es la causa de mi existencia. Mis papás se conocieron en la Legión de María – una asociación, como el mismo nombre lo indica, eminentemente mariana – y eso marcó un poco la tónica de la vida familiar. Cada uno, por su amor a la Virgen, entró a formar parte de la Legión, y allí se conocieron y enamoraron. Todavía se encuentran cada semana en torno al altarcito legionario – ¡incluso en pandemia!

Desde chiquita formé parte de la Legión – aún antes de darme cuenta – porque éramos varios hermanos para cuidar y entonces, muchas veces, me llevaban a las reuniones legionarias para aliviar el número de los que quedaban en casa. Así que la música del Rosario resonó en mis oídos desde temprano.

Convengamos entonces que el ambiente era propicio – y el objeto de afecto muy atractivo. Oportunamente, después de mi Primera Comunión (a los 9 años) entré también en la Legión, y desde entonces el trato con la Madre es parte de la cotidianeidad…

Claro que estoy algo viejita y muchos años han pasado – una va cambiando a medida que pasa el tiempo – y a lo largo del camino se van tomando decisiones, haciendo opciones y también renuncias (que es parte de optar – renunciar a lo que no elegiste) y esa relación con María fue cambiando también. Del amor que le tenía a través y a causa de mis padres, fui pasando al amor que nace de conocerla y saberla cerca, de sentirla Madre y Amiga, de reconocer su tarea para conmigo y para los demás.

En ese camino, y gracias a la Legión también, conocí las enseñanzas de S Luis María de Montfort sobre la Verdadera Devoción a María – y seguí su consejo de consagrarme a Jesucristo por medio de Ella. Desde entonces, es la Dueña de mi vida – aunque bastante trabajo le sigo dando, pobre. Siguiendo a Montfort me comprometí a vivir cada día con Ella, por Ella, en Ella y para Ella – para así poder vivir con Cristo, por El, en El y para El. Pero claro, no siempre soy buen testimonio de eso.

Sin embargo, estoy convencida de que para amar a María necesito pasar tiempo con Ella, conocerla bien – a medida que más la conozco, más me enamora. Y siento que decir que la amo – como diría cualquier hijo de su mamá – y no ayudarla con sus cosas es decir palabras vacías. A diferencia de ese hijo que porque ama a su mamá la ayuda en las tareas – lava los platos, cuida a los hermanitos, le busca algún momento de alegría –, ayudar a María porque la amo es colaborar con su tarea de Madre: ayudarla a cuidar a mis hermanos, a alimentarlos, a estar en buena relación con Ella y con su Hijo. Por eso particularmente encuentro en la Legión el modo de mostrarle mi amor a María, y que no se quede sólo en la oración – que si bien es necesaria y poderosa – necesita de la acción – por más humilde que sea.

Mi experiencia es que María cuida de mí, y me lleva de la mano por caminos que yo no conocía y que no esperaba – que se ocupa de mí con ternura y paciencia – aunque a veces no entienda yo sus planes – que son los planes de su Hijo – aunque los desafíos que me propone sean diferentes – ¡tan diferentes a veces! – de los que me había planteado.

Noviembre es el mes en el que trato de poner todo esto frente a mis ojos, de aprovechar la oportunidad de ser más agradecida, de renovar mis propósitos de ser más hija suya (¡cómo te parecés a tu Mamá, nena! – me encantaría que me pudieran decir un día), de aprender a guardar las cosas en mi corazón y, con Ella, meditarlas y encontrarles la vuelta. Y sobre todo, aprovechar la oportunidad anual de ayudar a que todos sus hijos la conozcan y la empiecen a amar también.

¡Que tengas un bendecido Mes de María!

María Noelia García Clúa